viernes, 2 de octubre de 2015

El demonio y el viento

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 Después de mil trescientos años algo había cambiado en la vieja ciudad que fundó la soldadesca romana y pendenciera.  

Más que nada los edificios y las plazas.  Que donde estaban las termas se levantaba ahora la Iglesia Catedral de Santa María de hechuras desafiantes y altaneras.

Algo había cambiado.  Aunque, tal vez, pura minucia.  Cosas de simple apariencia..

Que en los barrios extramuros, las casucas de San Pedro de los Huertos, el lupanar de los soldados, las ocupaban ahora discretas barraganas para el apaño carnal del cabildo catedral.

Algo había cambiado, pero los dueños y señores, sus rutinas y placeres venían a ser los mismos que en los mil trescientos años anteriores.

Y, en la cosa que tiene que ver con los grandes elementos primigenios, con las fuerzas y principios que rigen el destino de los hombres, todo estaba aún desatado y por las calles conviviendo a diario con bestias y paisanos.

Y como prueba, lo ocurrido en una de las frías mañanas de febrero.  

Cuando las campanas llamaban a Laudes entraron el viento y el demonio, como tenían por costumbre (y como cuentan también en la Roma de los Borgia),   por el portazgo de la muralla que llaman del Ave María y que conduce, por el Norte, bordeando las callejas, a la fachada del poniente de la nueva catedral.

Y, llegados a este punto, el demonio le dijo al viento:

-Espérame en la esquina mientras hablo de negocios, un momento, aquí, con el cabildo.

Y hoy es el día que el viento sigue esperando en esta esquina, especialmente enfurruñado en alguna de esa frías mañanas de febrero.

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1 comentario:

Beatriz Basenji dijo...

Pues se llevan así siglos, lo del cabildo dialogando con el dueño del Gran Rabo! Señal que han hecho muchas proezas contra los ciudadanos juntos!